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A mi fiel compañero

Hoy me aterra pensar que un día de estos tu corazón dejará de latir, y yo tendré que llevarme en brazos tu cadáver y enterrarte en alguna parte. Luego tendré que volver a una casa terriblemente vacía sin saber cómo soportar tu ausencia, y el único consuelo será saber que, en realidad, todo salió de la mejor forma posible. Siempre te agradeceré que no te dejases morir en aquella acequia, que luchases con todas tus fuerzas por sobrevivir; estoy convencido de que tú tampoco querías abandonar este mundo sin haberme conocido. Gracias, amigo.

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