Entre los pasillos del supermercado no resulta extraño encontrar a un pequeñajo que apenas levanta cinco palmos del suelo alargando los brazos para bucear incansablemente entre las estanterías. Comprar ya no es, ni mucho menos, una prerrogativa de adulto. El poder de influencia de los niños y preadolescentes en las adquisiciones familiares crece de manera sostenida.
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