El movimiento indignado es cosa de la primavera. Cuando llega el frío, la calle no es hospitalaria para nadie. Tras la feraz irrupción del 15-M en 2011, la contestación callejera pareció escurrirse por las alcantarillas llegados el otoño y el frío. Los medios de comunicación los dimos por muertos. Hasta que regresó otra primavera. Y en el primer aniversario del movimiento, la calle volvió a ser de los protestatarios.
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