Ambos mayos tienen en común es la sorpresa. Ni los medios de comunicación, ni políticos, ni el conjunto de la sociedad preveían el espontáneo y sostenido estallido, no solo de indignación popular sino de celebración colectiva. Las diferencias: el actual es más reformista que revolucionario, claramente pacífico,y puede triunfar allí donde fracasó el parisiense si aprende de los errores de aquel, hace propuestas concretas y no prolonga demasiado su ocupación de las plazas.
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