El 11 de marzo de 2004 es uno de esos días que casi todos recordamos. La primera noticia fue al ir al trabajo en el coche por la mañana. Al poner la radio, la noticia saltaba inmediatamente. Un terrible atentado con bombas en trenes de cercanías en Madrid. Para los que habíamos vivido la sucesión aparentemente interminable de atentados sangrientos de ETA desde la transición (y antes también), la autoría de la banda terrorista vasca era la explicación natural. Supongo que en ese momento era una idea prácticamente única en toda España, salvo naturalmente, en los círculos más cercanos a ETA que tenían contacto directo con sus dirigentes políticos y militares.
Esa explicación evidente es la razón por la que, al menos en mi caso, tras la primera impresión de rabia e impotencia, me enfrasqué en mi trabajo y no volví a oir hablar del tema hasta la hora del descanso, supongo que era hacia las 11:00 de la mañana. En ese momento, me entero que el número de víctimas ya se había disparado y se contaba por centenares. La sensación de rabia era ya patente en todo el mundo que hablaba del tema.
Recuerdo especialmente el comentario que me hizo una persona con ascendencia profesional sobre mí: «¿qué tienes que decir después de esta barbarie? ¿Es posible imaginar alguna acción terrorista más perversa, ruin e injustificable? » (1) Y es que un problema que hemos tenido muchas personas progresistas es tener que explicar constantemente a otras personas que no apoyábamos ni justificábamos las acciones terroristas de ETA, por mucho que ellos se consideraran de izquierdas. Naturalmente, no tuve problemas en condenar tamaña barbarie y, acabado el receso poco después, cada uno de nosotros volvimos supuestamente a nuestras ocupaciones laborales. Digo supuestamente porque, al menos en mi caso, estuve ya más bien pendiente de las noticias del atentado que llegaban a la radio. Ya en ese momento había una nota discordante, Batasuna, representada por Arnaldo Otegi, negaba la autoría de ETA, algo que se podía deber a un intento de desmarcarse de un atentado tan atroz que solo podía ser rechazado incluso entre los que justificaban su actividad terrorista.
Las declaraciones de los miembros del gobierno del PP eran ya contundentes. Hacia la hora de la comida (¿quizás 15:00?) oigo las declaraciones de Acebes: «Me parece absolutamente intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigida, por parte de miserables, a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia, de este drama» (2). En ese momento el gobierno ya estaba mintiendo; sabemos ahora que ya sabían que ETA no era la autora del atentado. Pero las noticias ya estaban dando otra posible versión, la posible autoría Yihaddista; y la vehemencia de Acebes, al menos a mí, me generaba más dudas que certezas. Los desmentidos de ETA y la reindivicación yihaddista en un periódico de Londres se sucedían y las dudas se agrandaban. No recuerdo todo lo que pasó ese día, pero es noche, escuchando la cadena SER, una de las pocas fuentes fiables de noticias en esos días, ya estaba convencido de que el gobierno estaba mintiendo. Las noticias en medios extranjeros ya habían descartado a ETA como autora. Yo seguía sintiendo rabia, pero ahora también por un motivo muy distinto, el intento evidente de manipulación masiva de la información de un gobierno supuestamente democrático.
La colosal mentira del gobierno continuó al día siguiente viernes, sin duda provocada por la evidencia de que la autoría islamista llevaría a muchos españoles a culpar a Aznar y su gobierno por llevar a España a ser adalid internacional del apoyo a la guerra de Iraq, en contra de la oposición mayoritaria evidenciada en masivas manifestaciones el año anterior. Una estrategia que era difícil saber si estaba teniendo éxito. Por un lado, recuerdo consultar en internet ciertas páginas de encuestas de voto en tiempo real. Su validez era bastante dudosa en términos absolutos, pero la tendencia a un vuelco electoral negativo para el PP ya era más que evidente. Por otro, en Valladolid ( igual que en otras ciudades) la Junta de CyL convocó una manifestación ¡contra el terrorismo de ETA! La manifestación, a la que naturalmente no asistí, fue masiva y el ¡ETA NO! fue coreado con fervor por todos los asistentes. Cuando todo acabó, algunos de los asistentes, conocidos míos, coincidieron conmigo en un bar cercano al centro de la ciudad. Uno de ellos, sabedor de mi opinión contraria al lema de la manifestación me dijo, con seguridad en el tono de voz: «Ha sido ETA, y este atentado será el principio de su derrota final». En ese momento, yo ya tenía más seguridad que él y, mirándole fijamente a los ojos, le contesté: : «No ha sido ETA, es una mentira más del gobierno de Aznar. Pero será la última, el domingo les echaremos del gobierno.»
Y llegó el sábado 13 de marzo. Era jornada de reflexión y se debería haber omitido cualquier tipo de intervención de tipo electoral en los medios. Pero tuve que desayunar con una entrevista a Mariano Rajoy que se podía leer en “El Mundo”. En la portada se leía el principal titular: «Tengo la convicción moral de que ha sido ETA». El empecinamiento en la mentira era ya de tal tamaño que daban náuseas al leerlo. Solo la desesperación que sentían, al ver como la victoria electoral se le escapaba, puede explicar, que no justificar, tamaña obstinación por engañar a todo el pueblo español, rayando ya en la protervia (3).
Y el domingo 14 de marzo, se confirmaron mis previsiones. El PP perdió las elecciones y Zapatero se convertiría en presidente del gobierno. Algo que difícilmente hubiera ocurrido sin los atentados.
Y podría haber sido simplemente una pesadilla en el recuerdo de todos. Una lección que nos daba la vida para el futuro. Pero era solamente el principio. Todo el PP, y sus medios afines, iniciaron una campaña, orquestada con todos los medios posibles, de apoyo a teorías conspiranoicas cuya base era una supuesta confabulación de ETA y servicios secretos franceses y marroquíes entre otros, para derrocar al gobierno de Aznar por medios ilegítimos. Una campaña que prosiguió hasta la celebración del juicio, insinuando constantemente teorías, a cual más peregrina, que desprestigiaran la realidad, que era cada vez más evidente. Durante ese tiempo, el propio Aznar, sus ministros, la AVT ( dirigida por el actual senador por VOX Francisco José Alcaraz), los peones negros ( apoyados en algún momento por Juan Carlos Girauta, actualmente dirigente de Ciudadanos), insistieron machaconamente en absurdas y ridículas teorías conspirativas. Toda oposición a ellos recibía una contestación exacerbada, de la que no se libraban ni siquiera las víctimas del 11M que no comulgaban con sus mentiras. Llegaron a reírse de ellas públicamente en la comisión de investigación creada al efecto en el Congreso.
La celebración del juicio y la posterior sentencia en el año 2007, que desbarataba cualquier posibilidad de intervención de ETA, debería haber sido el punto final a la historia. Pero todavía quedaban rescoldos. En las elecciones generales de 2011, el PP volvió a ganar. Mariano Rajoy, que en cualquier país medianamente sensato y con memoria, debería haber sido descartado tras su actuación en aquellos fatídicos día de marzo de 2004, llegó a presidente de gobierno. Un puesto que conservó hasta la moción de censura de Pedro Sánchez, motivada por la evidencia de otro tipo de atentado, incruento pero aún así gravísimo, cometido esta vez por el PP en el gobierno: la corrupción generalizada y organizada para financiar al partido y a sus dirigentes con dinero público.
La alegría le ha durado poco al PSOE, y ya estamos de nuevo en precampaña para elecciones generales. Ahora han aparecido nuevos actores políticos, pero hoy me han impactado profundamente la actuación de algunos líderes del tripartito de derechas. La dirigente de VOX, Rocío Monasterio, «exige saber toda la verdad sobre el 11», y el líder del PP Pablo Casado «pide que se desclasifique cualquier información sobre el 11-M y que se llegue a la verdad si alguien la oculta o intenta mercadear con ella.» Por su parte, el presidente de la Comunidad de Madrid, del PP, se siente ofendido cuando las víctimas le dicen que el PP mintió y que no ha pedido perdón por ello.
Tanto tiempo, tantas mentiras, tantas teorías, ridículas y malvadas simultáneamente, para que esta gente siga recibiendo millones de votos. Da rabia, pero sobre todo produce melancolía, esa que aparece frecuentemente tras el trabajo inútil.
Salud
(1) En realidad, no recuerdo exactamente las palabras, solo el sentido de la amonestación.
(2) Las acabo de ver de nuevo en el Intermedio hace un momento.
(3) Merece la pena recordar también la reacción de la cúpula del PP al comprobar que habían perdido las elecciones del año 1996, que ya daban por ganadas en función de las encuestas que todo el mundo manejaba. Pusieron en duda los datos facilitados de forma oficial, llegando a anunciar acciones legales para impugnarlos.