Hay un lugar en España de donde es imposible fugarse. Departamentos especiales donde los reclusos pasan 21 horas al día encerrados en celdas de aislamiento. Donde los presos sólo ven la luz del sol en breves paseos alrededor de un patio de 30 metros cuadrados, con el techo enrejado y siempre vigilados por dos funcionarios y cámaras de televisión. Y donde las revisiones médicas, como un simple análisis de sangre, se hacen tomando el brazo del interno a través de la rejilla de la puerta de su celda.
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