Aprendí de mi abuelo Vero la bondad y la ecuanimidad
Así comienzan las meditaciones de Marco Aurelio, haciendo alusión a dos de las principales virtudes que se le presuponen a todo ser humano.
Durante muchos, siempre porté bajo el brazo este pequeño opúsculo moral de Marco Aurelio. Es como si por alguna extraña razón, me hubiera mantenido en la creencia de que el texto poseía un poder soteriológico, protector contra los malos espíritus o cualquier otra negativa energía de la que pudiera ser víctima, propicia o no.
Cada poco tiempo, lo extraía de mi bolsillo, lo abría al azar por cualquiera de sus páginas, comenzaba a leer, y un viento de serenidad sobrevolaba de inmediato mi cabeza, hasta incrustarse como rayo que no cesa en mi contraída y atemorizada conciencia.
Marco Aurelio es considerado, -después de Epicteto y sus conocidas "Disertaciones"-, el mayor defundidor del ideario estoico en el mundo mediterráneo. Epicteto había sido un simple esclavo, por contra, Marco Aurelio era emperador, pero en ambos casos, pese a sus antagónicas circunstancias, se hicieron las mismas preguntas, concurrieron ante sus vidas los mismos interrogantes plagados de misterio, opacidad y futilidad.
Una de las grandes preguntas es la gira en torno al concepto de libertad. Si resulta que tenemos ante nosotros un esclavo y un emperador, para cuál de ellos resultaría más difícil alcanzar la libertad?.
Marco Aurelio era un hombre que experimentaba gran preocupación por aquellos acontecimientos o circunstancias que escapaban a su control pese a ser el emperador. Pero con el tiempo, se dio cuenta que si no disciplinamos nuestros pensamientos, estos pueden causarnos gran angustia y que debemos aprender a convivir con la posibilidad de lo imprevisible, contentarnos con tener control sobre aquello que se encuentra dentro de nuestras capacidades, al alcance de nuestro frágil barro.
La lectura de las "Meditaciones" de Marco Aurelio, resulta más que provechosa, porque el asombrado lector acaba por percibir la enorme debilidad que en ellas nos confiesa todo un emperador. Poder imaginar como, en aquel momento, el hombre más poderoso de la tierra, se recostaría en su tienda, rodeado de lúgubre noche, siendo asaltado por los mismos miedos, idénticas zozobras, iguales interrogantes ante el misterio de la existencia, que cualquier otro hombre.
Llama la atención la centralidad que para él tiene la muerte, y no me resisto a compartir con ustedes el siguiente pasaje:
Si las almas sobreviven al cuerpo, cómo puede desde la eternidad contenerlas el aire? Y cómo puede la tierra contener los cuerpos de los que se inhumaron después de tantos siglos? Así como aquí abajo los cuerpos, después de haber subsistido por algún tiempo, se transforman y se disuelven para dejar sitio a otros cadáveres, del mismo modo las almas traspasan a la región del aire, después de haber permanecido en ella por algún tiempo, se transforman, se disipan y se abrasan en la razón generatriz universal, que las recibe de nuevo, y de esta manera dejan sitio a las otras almas que van a establecerse en sus parajes.
Marco Aurelio podía disponer de vidas y haciendas, poseer bienes materiales, las mujeres que deseara, el honor, la pompa, los círculos de poder, la conquista militar. Pero nada de lo anterior parecía llenarle ni darle una plenitud física o espiritual, lo que realmente deseaba era vivir bajo los auspicios de lo que él entendía como virtud, equilibrio, estoica medianía, como una persona normal y corriente.
Durante muchos años, caminé con este libro bajo el brazo, percibía la serenidad que emanaba de sus páginas, la sabiduría del emperador que aspiró a ser filósofo, un hombre fuera de lo normal, de lo que hoy en día, en los prolegómenos del siglo XXI, entendemos como normal.
Las "Meditaciones" de Marco Aurelio son una advertencia, la de que tal vez nos estemos equivocando y que la civilización occidental sea víctima, una vez más, del alejamiento de la virtud y de sus propias contradicciones.