Toda empresa u organización tiene su historia, más o menos plausible. Tenemos que remontarnos a octubre de 1956 para ver cómo Televisión Española iniciaba sus emisiones regulares desde un chalé en el Paseo de la Habana, en Madrid.
Dichas emisiones comenzaron a las 20:30, con una intervención de su primer director, Jesús Suevos Fernández. Posteriormente el ministro Gabriel Arias-Salgado pronunció entonces las primeras palabras de la cadena pública: “Hoy, día 28 de octubre, domingo, día de Cristo Rey, a quien ha sido dado todo poder en los Cielos y en la Tierra, se inauguran los nuevos equipos y estudios de la Televisión Española.”
Posteriormente en 1980, Televisión Española se engloba junto a las sociedades estatales Radio Nacional de España y Radio Cadena, creándose el grupo RTVE, tal como lo conocemos hoy en día.
Actualmente Televisión Española transmite en cinco canales: La 1 (generalista), La 2 (cultura), TDP (deporte), 24h (noticias) y Clan (infantil), más cuatro canales internacionales con prácticamente los mismos contenidos.
En cuanto a trabajadores Radio Televisión Española en 2016 contaba con cerca de 4.860. En comparación con las televisiones privadas principales en España; Mediaset sumaba 1.275 empleados y Atresmedia tenía 2.022 trabajadores.
Es decir, RTVE, en 2016, tenía 1.500 empleados más que Atresmedia y Mediaset juntos, cuando estos grupos audiovisuales tienen más canales en abierto, tanto de televisión como de radio, al ser prácticamente un duopolio en el panorama actual español de televisión.
Hoy en día la televisión está pasado por una transición a un nuevo de modelo de consumir contenidos audiovisuales ligado a internet, donde el espectador elige dónde y cuándo ver los contenidos que él quiere.
Aquí es donde vemos cómo plataformas Netflix o HBO se están haciendo un hueco dentro de la oferta televisiva española junto a otras grandes plataformas como Movistar, Vodafone u Orange con su propia propuesta de contenidos.
Ante este panorama es nuevamente hora de preguntarse si una televisión pública es necesaria hoy en día ante la cantidad y calidad de los contenidos audiovisuales disponibles tanto en televisión como en internet.
Es verdad que RTVE tiene un legado maravilloso que no podemos perder, y más cuando ha sido pagado entre todos los españoles, pero hoy en día es la televisión, junto a la radio, son los únicos medios de comunicación que ofrecen contenidos de entretenimiento e información que tienen una entidad pública detrás. No existe un periódico, editorial o página web exclusiva pública de entretenimiento o información, por ejemplo.
También es verdad que si un apoyo estatal, en cuanto estructura y organización, la televisión en España hubiera tardado mucho en arrancar. La prensa hace ya siglos, o los medios digitales desde hace dos décadas, tuvieron desde el primer momento un apoyo empresarial que logró que fueran evolucionando hasta como los conocemos hoy en día, tanto en diversidad como en contenidos, con sus respectivas crisis, que intentan campear desde la iniciativa y gestión privada, contando con ayudas estatales, como en tantos otros sectores privados.
Hoy en día ya existen todos los medios necesarios para que no hiciera falta que una parte de los presupuestos generales del estado vayan destinados a las televisiones públicas, con un coste total (sumando las autonómicas) de 1.877 millones de euros al año. Coste mucho mayor comparado, por ejemplo, a la tan denostada monarquía hoy en día, con un coste que va desde la asignación oficial de 7,8 millones de euros en los presupuestos oficiales del estado (la británica, por ejemplo, tiene una asignación de 46 millones o la jefatura de estado francesa de 113) a los 500 millones de euros, cuando se suma los costes indirectos de patrimonio, mantenimiento o seguridad.
Por eso aquí expongo diez motivos para cerrar con esta etapa y dejar que esos 1.800 millones de euros vayan destinados a otras asignaciones más necesarias como puede ser la sanidad, la educación o la justicia.
1. Las televisiones públicas van por el mismo camino que las cajas de ahorro, una iniciativa que empezó siendo necesaria y beneficiosa para la sociedad, hasta convertirse en otro chiringuito más para los políticos de turno, para hacer y deshacer con ellas lo que quieren, tanto en cuanto a contrataciones, gastos innecesarios o publicidad del gobierno de turno.
2. El espacio que ocupa la televisión pública podría ser mucho mejor aprovechado y rentabilizado por pequeñas, medianas o grandes productoras de televisión, ya sea a nivel local o nacional, que en teoría asegurarían buena parte de sus inversiones, y que darían un aire fresco a la televisión en España con nuevas propuestas creativas, y dando oportunidades a tantas empresas que se dedican al campo audiovisual en España, sin prácticamente costes para los españoles.
3. Como comentaba antes, otra razón de peso es que el coste en torno a los 1.800 millones de euros al año que pagamos entre todos los ciudadanos sería tal mejor que fuera destinado a otros servicios con tantas carencias como es la sanidad, la educación o la justicia.
4. También como comentaba antes la televisión se está convirtiendo en algo ya anacrónico con el auge de consumo de contenidos por internet, donde entran en juego otras tantas iniciativas privadas, con más y mejores contenidos que la iniciativa pública.
5. Tenemos una televisión y una radio pública, pero es cuando menos curioso que no exista un periódico público o una página web exclusiva pública de entretenimiento o información, sencillamente porque ya se encargan empresas privadas especialistas en el sector, que están en constante innovación por pura supervivencia.
6. Es demasiado tentador para un político o un gobierno no utilizar un medio de comunicación como es la televisión, el más caro en cuanto publicidad, para no promocionarse ellos mismos, degradar a los adversarios políticos o censurar según qué noticias, una práctica totalmente desdeñable.
7. Hoy en día estamos viviendo una situación de inestabilidad e incertidumbre económica mundial para permitirnos “lujos” como una televisión pública, cuando hay tantas carencias y debates sociales que se pueden expandir o agravar en los próximos años. Desde finales de la primera década de este siglo, España y el mundo occidental están un continuo cambio y en una continua crisis donde las vacas gordas están todavía lejos de llegar, si es que llegan.
8. Una televisión pública no puede competir económicamente con otros medios por eventos de interés como pueden ser partidos de fútbol, conciertos o grandes despliegues en directo. No necesitamos gastar dinero en algo que ya hacen otras iniciativas privadas.
9. Los que defienden la televisión pública lo hacen desde una visión utópica donde se mezcla la gestión idealizada de la BBC inglesa con una televisión ilusoria donde haya cabida para la cultura, contenidos que no tengan valor comercial o de interés general. Esto en la práctica poco se ha visto, y hoy en día en internet ya existen iniciativas audiovisuales que ofrecen lo que demandan estos espectadores con más cantidad y mejor calidad. También hay unas leyes, tanto a nivel nacional como europeo, que debemos defender, mejorar y sobre todo llevar a cabo, para que las televisiones privadas españolas cumplan unos mínimos requisitos para poder retransmitir en abierto, como por ejemplo respetar el horario infantil.
10. Por último nos ahorraríamos un debate entre políticos estéril, de difícil conciliación, y que se aprovecharía para dialogar y debatir otras necesidades más importantes para los españoles. Demasiado tiempo y dinero que los políticos ya gastan por si solos para hablar de la televisión pública, cuando creo que los ciudadanos están más interesados en llevar adelante otras iniciativas políticas que nos lleven a un país mejor, con mayor igualdad y solidaridad.
Si al leer estas posibles razones ves que alguna está equivocada, sea directamente falta o que no esté acorde a la realidad no dudes en compartirlo.