Ayer me encontraba en un autobús, de regreso a mi casa de una dura jornada de trabajo. En una parada del trayecto, el bus se detuvo para recoger a un pasajero que venía corriendo unos cien metros, jugándose la vida entre semáforos en rojo y aceras con cierto bullicio de gente.
Cuando el pasajero ya había pagado al conductor y entraba en el pasillo buscando sitio, su respiración jadeante, pese a la protección de una mascarilla quirúrgica, podía olerse mientras pasaba: detecté vino y tabaco en su aliento, y pensé: todos deberíamos respirar menos.
Y es que la medida de guardar silencio en los transportes públicos no es suficiente, debemos también gestionar con mayor solvencia nuestra respiración. No podemos respirar como antes, no podemos abusar de algo que sabemos que produce contagios, y cada vez en mayor número y más letales.
Mi consejo es que evitemos las prisas antes de entrar en un transporte público, ya que si entramos jadeando va a ser más probable que contagiemos a otros pasajeros que si entramos con una respiración tranquila y pausada, que se regula a sí misma con talante ahorrativo. Recuerda este hermoso lema creado en la primera ola: cuídate, cuídame, cuidémonos. No podemos tirarlo todo tan pronto por la borda, debemos hacer frente a este enemigo invisible entre todos, con un esfuerzo que más pronto que tarde seguro que dará sus frutos.
Dosifica tu respiración cuando tengas a alguien cerca. La mascarilla es eficaz, pero no al 100%. Piensa que cuando llegues a tu casa podrás hablar, respirar, cantar... Tu casa es y será tu castillo. Acostúmbrate a llevar la mascarilla más tiempo en casa, como entrenamiento, para que cuando salgas a la calle no te moleste y se haya convertido en una parte casi orgánica de tu fisonomía.
Este virus lo vamos a para entre todos. Sé solidario y empático, no respires de modo intenso y egoísta cuando estés en un lugar público. Aprende a dosificar el aire que inhalas y el que exhalas, como si estuvieses haciendo submarinismo y te quedase poco aire en la botella. Ya tendrás tiempo de hablar y respirar a tus anchas cuando llegues a tu castillo. Gracias a las conexiones virtuales, ya no necesitas salir a la calle, y no lo vas a necesitar en el futuro. Te darás cuenta de que las charlas virtuales son más cómodas, y lo más importante: totalmente seguras.
Ánimo, valiente, yo sé que lo estás haciendo muy bien, aunque podemos mejorar mucho. De esta saldremos más fuertes, más unidos, más iguales, en un marco de inclusión social mejorado y con un medio ambiente menos contaminado del que nunca más tendremos que preocuparnos. Esta crisis es una oportunidad de cambio, de reset. El planeta lo necesita. Tú y los tuyos lo necesitáis. Pero recuerda: no hables en el transporte público y aprende a regular mejor tu respiración. Todos saldremos ganando.