Natalia Fernández-Marcote Marín, de 32 años, es alta, simpática, resuelta y habla a una velocidad supersónica. A las once de la mañana del miércoles, tras tres horas de clase, sale de la academia Depol (Academia de Oposiciones para Policía), situada en un barrio al este de Madrid, se come un bocadillo de pan especial (es celíaca) sin dejar de andar y se mete en la boca de metro de Ascao. Tiene media hora de trayecto hasta el gimnasio del polideportivo Magariños.