John Cummings, nuestro borrachín protagonista, había visto en 1799 a un malabarista francés realizar el truco de tragar cuchillos. Cummings estaba convencido que los cuchillos se desvanecían en la garganta del malabarista en lugar de desaparecer hábilmente en alguna parte de su vestimenta, y ello tal vez porque el truco estaba muy bien hecho, o tal vez por un exceso de credulidad, o (lo más probable) por su estado de embriaguez.