Tal y como están las cosas, supongo que es común, lamentablemente, decir aquello de “estar sin blanca”, que viene de decir que uno no tiene ni un céntimo en sus bolsillos. El origen de este dicho se remonta a los tiempos de Felipe II, cuando existía una moneda que se llamaba así, blanca, que valía la mitad de un maravedí. Esta moneda, la blanca, tenía un valor muy bajo, como el céntimo del que hablaba hace un momento en el primer párrafo. Por lo tanto, no tener ya ni una blanca significaba estar en la más absoluta de las ruinas.