"Treinta años de democracia y de autonomía, de "construcción nacional", no han servido para construir un pueblo, que es la primera obligación de todo nacionalismo. Un pueblo, naturalmente, en su versión adulta: es decir, que sepa identificar la raíz de sus problemas y sus soluciones razonables. [...] Treinta años después, disfrutando de una segregación que no tiene analogía posible en la Europa de los Estados, todavía hay algunas decenas de miles de catalanes a los que pastorean con el señuelo de la culpa de Madrid."