A todo esto, huelga decir que la Universidad de Valencia no ha aparecido jamás en ninguna lista internacional de excelencia corporativa. Ni ha aparecido ni hay el menor riesgo de que vaya a hacerlo en el futuro. Valencia, es evidente, apuesta por la burricie local e identitaria. Ante todo, los asnos de la tierra. Una preferencia decidida por la mediocridad endogámica y el nepotismo mafioso que, por cierto, no la distingue en nada del resto de universidades españolas, tanto públicas como privadas.