En vez de centrar los esfuerzos solo en manejar las inundaciones en la parte baja de las cuencas (las zonas inundables), había que dedicarlos a las partes altas de las cuencas, donde caen las lluvias y se generan los caudales torrenciales, y que son, por tanto, las zonas inundadoras.
Allí, en esas partes altas, los caudales son aún pequeños, y podemos retenerlos, infiltrarlos o derivarlos con mucha más facilidad que en las zonas inundables, donde ya han adquirido gran magnitud y energía y arrastran una enorme cantidad de materiales sólidos.