Muchas de esas urbes habían sido diseñadas ex profeso por la URSS, levantadas con mano de obra sacada de los Gulag para acoger a trabajadores de las minas, personal de centrales nucleares o a los militares de bases secretas. Prosperaron mientras eran útiles. Y desaparecieron después. Al caer el soporte soviético, sus precarias economías no resistieron y terminaron estampándose contra el suelo.
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