Ha sido un amargamiento tener que trabajar este segundo domingo de enero. Como es costumbre me levanté temprano y me preparé para ir al centro comercial pensando en la pereza de día que me esperaba. ¿Por qué tengo que trabajar cuando todo el mundo está de rebajas? Es injusto. Maldito sea el que consciente o inconscientemente pensó que era buena idea trabajar los domingos, solo porque lo demandan los clientes.
Llegué pronto y me dirigí a la cafetería a pedir un doble expreso que me ayudará con la agotadora jornada laboral que me esperaba. Sentado en una pequeña mesa redonda y mientras empezaban a entrar los primeros clientes me llegó el primer correo a [email protected] con un «dramón» sobre un strike injusto.
Ni siquiera pude ir a Mediamarkt a comprar el ratón que necesitaba, los meneantes ya estaban onfire y requerían todo tipo de justificaciones por mi parte si no quería que me llevaran al Tribunal Internacional de la Haya. Allí sentado, con una mezcla de resignación e ira, empecé mi jornada laboral de domingo.