Los obreros de la construcción, los que, hartos de sueldos de miseria, sin protección social, con abusivas jornadas laborales y malas condiciones de trabajo, se echaron a la calle, decretando una huelga total. “Pedían un sueldo base de 240 pesetas diarias, una jornada laboral de ocho horas, de lunes a viernes, y cinco horas los sábados, y la abolición del trabajo a destajo y de las horas extras”