Una Venecia crepuscular, de cielos algo encapotados, con cortinas raídas en las ventanas de algunos palacios y en los monumentos y las plazas sombras de un esplendor pretérito aterriza en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Es la Venecia que pintó Francesco Guardi, un artista que no logró el reconocimiento en su época declinante pero sí después.
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