La monogamia se torna entonces «una faena», escribe la autora. «El deseo se regula de manera contractual (…). Imponemos la fidelidad del mismo modo en que se usufructa el trabajo de los empleados y hacemos del matrimonio una metalurgia sujeta a una rígida disciplina obrera, cuyo fin es mantener a los maridos, esposas y compañeros domésticos del mundo estrangulados y ceñidos al status quo de la maquinaria».
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