Parte de la razón por la que las personas se sienten atraídas por la religión es que sus rituales (estar de pie, sentarse y arrodillarse al unísono, cantar, escuchar sermones que despiertan emociones) activan el sistema de endorfinas del cerebro. Este es el mecanismo que sustenta el vínculo social en todos los primates, incluidos los humanos. Al igual que los opiáceos, las endorfinas producen una sensación de felicidad que bordea el éxtasis, la calma y el calor, la relajación y la confianza, al tiempo que elevan los umbrales del dolor. Trad.
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