¿De qué manera se relaciona la cuestión de la posverdad con el segundo principio de la termodinámica? Tratar de responder a esta cuestión puede arrojar alguna luz interesante sobre cómo hemos podido llegar a la terrible situación actual, al borde del abismo ecológico-social.
Desde la elección de Donald Trump como presidente de EEUU (2016), estamos viviendo una situación de “delirio epistemológico”. Cada vez resulta más difícil que nuestras sociedades se pongan de acuerdo ni siquiera sobre lo que han de ser considerados hechos elementales.
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La mirada económica convencional nos impide ver realidades básicas o las vuelve del revés. El velo monetario nos nubla la vista. Como señala Fernando Cembranos, esta forma de mirar ve la realidad a través del dinero, llegando a confundir las variables cuantitativas monetarias con la realidad misma
Mide la riqueza, el desarrollo e incluso el bienestar en términos monetarios. Solo ve lo que es contabilizado en dinero, dejando fuera la riqueza ecosistémica, los factores de equilibrio de la atmósfera, las posibilidades de vida de las generaciones futuras, la risa, la soledad y la muerte. Cuenta como ingresos y beneficios lo que son costes. Por ejemplo, si se pierde la tranquilidad y la seguridad de las plazas y calles y se ponen en su lugar policías privados y alarmas se dirá que ha crecido la producción y la riqueza. Si se contamina el agua y esta ha de venderse en el supermercado, habrá crecido el PIB, también se dirá que el país se ha hecho más moderno, más desarrollado y más rico. El sistema económico convencional ignora las pérdidas, el deterioro y la destrucción. No resta la pérdida de biodiversidad o la pérdida de autoestima y muchas veces suma lo que hay que restar. Por eso llama producción a lo que es extracción o simple expolio y mercantilización de los recursos preexistentes (petróleo, minerales, etc.). No contabiliza buena parte del trabajo de las mujeres por la vida, cuando transmiten la lengua materna a sus bebés o cuidan de que no les suba mucho la fiebre, tampoco el acarreo de comida, si este se hace a pie. El trabajo de las mujeres por la vida es clasificado como de población “inactiva”. Cuanto más lejos se compra, más sube la “producción” de un país. Lo cercano “empobrece”. Estar sano no contabiliza. Los indicadores macroeconómicos son poco o nada sensibles a la injusticia. Desprecian lo duradero, lo que es de todo el mundo. El sistema económico crece con una parte de nuestra irresponsabilidad (usar y tirar) y con nuestra insatisfacción crónica y es ciego al colapso ecológico y energético.
La sección de ciencias de los periodicos está plagada de artículos que deberían ser contextualizados. Por ejemplo, los trolleos pronucleares de la extrema derecha.