Como en otros temas y debido a que por desgracia la política está contaminada por la dinámica de comunicación en redes sociales, voy a dejar por aquí este artículo escrito desde una perspectiva historiográfica o sociológica, y en gran medida callarme después. Para la gente que no sepa sobre políticia más allá del meme y de entenderla como un partido de fútbol, le sorprenderá que haya gente que podemos ser ideologicamente muchas cosas. Yo soy comunista (en ámbitos como la educación o la sanidad), anarquista (en la aspiración de que el individuo pueda llevar su vida como le de la gana sin perjudicar a otros), socialdemocrata (en esferas económicas ajenas a necesidades básicas) y feminista (en la demanda de una sociedad con igualdad de derechos y obligaciones independientemente del género). Se me podría definir de otros modos, pero estos bastan para ejemplificar lo que trato de decir.
Los marcos de pensamiento que me influyen como sujeto político son ideologías, pero también lo que se conoce en Historia como "movimientos sociales". Esto es así porque tratan de influir en la sociedad para mejorarla, pero también porque se organizan de manera más o menos amplia en estructuras conformadas por individuos que establecen mecanismos para ejercer la acción política. Lo último tiene una serie de condicionantes bastante estudiados, desde psicológicos a antropológicos más allá de los meramente doctrinales. Toda estructura política (y cuando digo toda es toda) va a conocer un ala radical que va a intentar identificar el movimiento consigo mismo. Le ha pasado al comunismo con corrientes que identifican al disidente con delincuente, o al anarquismo en su vertiente violenta y nihilista. Incluso a la socialdemocracia cuando supedita cualquier otra consideración a lo establecido por el líder, cayendo en el populismo y favoreciendo la llegada de la extrema derecha. El feminismo, aunque decirlo haya sido anatema en ciertos momentos y siga siéndolo en gran medida, no es una excepción. Hay una facción de esta corriente que no busca la igualdad, sino la supremacía. Mensajes doctrinales del estilo "el problema está en los hombres", "a la mujer hay que creerla sí o sí", o la exigencia de la diferenciación legislativa en función del sexo en ámbitos como el penal o el más cotidiano de las custodias, dan pistas por donde rastrearlo.
La izquierda debe perder el miedo a denunciar lo que no es progresista aunque se vista de ello. No lo es matar por un supuesto bien superior, como no lo es defender medidas que en realidad fomentan la desigualdad. Y aquí viene un importante indicio para saber que, en realidad, las ramas radicales de los movimientos sociales no tienen que ver con la consecución de una sociedad justa: piden medidas que historicamente han sido utilizadas por las élites para asentar su poder. En el caso del feminismo no de izquierdas, ha exigido relativizar derechos humanos básicos como la presunción de inocencia, o el de establecer los juicios mediáticos como mecanismo útil de acción política. Craso error y como ha quedado demostrado estos días, si las organizaciones de izquierdas participan de ello implosionan. ¿Por qué? Entre otras cosas porque aunque las alas radicales acaben fagocitando los partidos, la base de sus votantes lo que buscan es en efecto una sociedad igualitaria, no lo contrario. El desprestigio de partidos como Podemos o Sumar tiene mucho que ver con esto, pero como las organizaciones políticas (ojo, de derechas y de izquierdas) se constituyen como redes clientelares, nadie ve el elefante en la habitación hasta que no quedan más que ruinas. Y lo dicho no entra ni mucho menos en contradicción con el respeto a las víctimas. Todo lo contrario, ya que la radicalidad al haber defendido como víctimas desde el segundo 1 a personas que no lo eran, finalmente lo que ha logrado es dejar en una situación comprometida a las que sí lo eran. No voy a citar casos concretos, pero si estáis interesados en el tema, seguro que enseguida os vienen a la mente algunos que por todo lo que estoy señalando han dejado en situaciones vergonzantes a las fuerzas de izquierda.
Por tanto y desde la perspectiva de un amante de la Historia (también por su utilidad práctica) me atrevo a aconsejar a las estructuras políticas que en el futuro vuelvan a canalizar las inevitables ― ya que vivimos en una sociedad imperfecta― demandas de los individuos por un mundo mejor: no tratéis a la ciudadanía como idiotas. 1) No existe el lider indispensable 2) la izquierda no se puede basar en la doctrina acrítica pues aspira a una sociedad de democracia real. Esto incluye: no baséis vuestras estrategias de comunicación en "soldados" que disparan publicamente a todo lo que se sale de lo oficial. Es (no debería ser ninguna sorpresa) contraproducente 3) cuidado con las alas radicales de TODO movimiento social. No aspiran a un mundo sin élites, sino a ser la élite y 4) No os preocupéis por el adversario político sino por hacer políticas verdaderamente de izquierdas. Un ejemplo. Los voceros de la derecha te van a poner a parir legalices la marihuana o no, crees de verdad vivienda pública o no. Si no haces ninguna de estas cosas, tu votante se va a plantear que igual el que no hagas políticas progresistas es culpa tuya y no de la "fachosfera". Y se desmovilizara. Y vendrá Trump. Pero la culpa no será de tu votante, político al menos nominalmente de izquierdas. Será tuya.