Todos tenemos la casa llena de objetos absurdos, pequeños y sin valor; pero de los que, de alguna manera, somos incapaces de desprendernos porque nos traen recuerdos. No sé si alguien ha llegado a la misma conclusión o si tienen algún nombre oficial, pero yo los llamo tótems emocionales. Tengo la teoría de que objetos estúpidos adquieren valor sentimental por el mero hecho de estar con nosotros. Y que este valor se incrementa de forma logarítmica con el tiempo. Una vez pasado un umbral, es casi imposible que nos desprendamos del …