Uno de los grandes caballos de batalla del neoliberalismo rampante es la pretendida ineficacia y elevado precio de los servicios públicos, los cuales deberían ser privatizados en aras de una mejor gestión de los impuestos de los contribuyentes, con el considerable ahorro para las arcas públicas y así poder ofrecer además un mejor servicio a los ciudadanos. Sin embargo, este dogma casi religioso, repetido hasta la saciedad por los voceros del pensamiento único, es desmontado una y otra vez por la dura realidad cuando se analizan en profundidad.