RINCÓN DEL CERRO, Montevideo.– El “Pepe” quiere llegar al invierno, aunque acaso le quede demasiado lejos. A los 89, con cáncer de esófago, con un catéter en el abdomen para alimentarse y mil achaques, le cuesta pararse de su silla para saludar a las visitas. Pero sigue lúcido, rápido. Tanto como para no engañarse. “No me puedo quejar”, dice. “Con la vida que yo tuve... llegar a los 90 es un milagro. Tengo como siete balazos distintos en el cuerpo. Perdí el bazo, tengo un pulmón más chico, el corazón se me inclinó para allá… yo qué sé”.
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