Huyendo de Paris y de sus indignados "Chalecos amarillos", Emmanuel Macron, con la camisa remangada de obreros, paseó por el barrio cristiano para darse un baño de masas, y entre aplausos y agradecimientos de los presentes, repartir esperanzas y prometer "mejoras". El gobierno de la nación dimitió; el Fondo Monetario Internacional aceptó concederle al Líbano un préstamo que habia solicitado años atrás, y hasta Hizbolá le recibió con los brazos abiertos
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