Veinte años después de la caída de la Unión Soviética, los coletazos de su disolución continúan removiendo una región que hipoteca su independencia al mejor postor, debatiéndose entre las presiones occidentales y rusas. Ucrania, que en agosto de 1991 comenzó a andar en solitario, continúa viendo como la guerra de influencias por controlar su territorio podrían recrudecer el conflicto armado que se vive desde hace ocho años en el país.
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