Ha sido una batalla larga. Y no ha terminado. Que un hombre o una mujer bien vestidos puedan acompañar un traje o vestido con unas deportivas es una victoria cultural y sociológica. La inició el jugador de baloncesto Chuck Taylor al indicar que le gustaba jugar con las Converse. Aunque el salto a calzado de calle no comenzaría a fraguarse hasta mediados de los setenta, al sur del Bronx, Nueva York, y a ritmo de hip hop. Subcultura urbana y la zapatilla como expresión del gueto. Hasta Michael Jordan, en los ochenta, y desde el baloncesto.