Una raza superior detectó allí al gran hombre que la humanidad necesitaba, porque hacía cosas, si bien es cierto que cosas muy raras. Para hacerle poderoso eran precisas tres armas infalibles, a saber: un colega exasperante pero entrañable que además fuese agente de la CIA; un pijama lamentable con una camiseta tan larga que hace efecto faldita y logo alien en el pecho que, según confesó años después el guionista, fue la idealización de unas tijeras de cocina. El tercer elemento, como el lector avispado habrá detectado, solo podía ser la chica.