«En el Chile de Pinochet, lo pasamos muy mal, porque a nosotros no nos interesaba la política. Comenzamos a jugar a tenis, juntos, con doce o trece años. Más de una década después, estábamos listos para ganar la primera Davis. Sabíamos que éramos favoritos y queríamos ir allí ¿Por qué narices tenían que impedirme todo esto? ¿Qué cojones me importaba a mí Pinochet? Yo jugaba a tenis, y no aceptaba bajo ningún concepto esa situación tan desagradable en Italia. Llevamos camisetas rojas como protesta, pero no se enteró nadie»