En 1925 se declaró en la ciudad de Nome, en el estado de Alaska, una epidemia de difteria. La única solución era hacer llegar suero para administrarlo a los niños para prevenir la enfermedad. Pero las dosis más cercanas se hallaban en la capital del estado a unos 1.600 Km. El frío impedía el concurso de aviones o barcos así que una parte del trayecto se hizo en tren y el resto, unos 1.100 Km, mediante trineos tirados por perros. La clave, en aquellas circunstancias, estaba en la velocidad más que en la capacidad de tracción de grandes pesos.