La CURTA era un pequeño cilindro negro, de unos 10 centímetros de alto por 5 de diámetro, que cabía en la palma de la mano. Hasta que en los años setenta las calculadoras electrónicas la destronaron, la CURTA reinó en el mundo de los ingenieros, los científicos y los técnicos e incluso en las carreras de automóviles. Con la pequeña máquina de Curt, un cilindro negro primorosamente ensamblado y dotado de diales deslizantes con los que poder sumar, restar, multiplicar, dividir y hacer otras clases de variados cálculos, se revolucionó el mundo.