Tras el asesinato de las niñas de Canarias, vinieron cuatro olas sucesivas: la primera fue de horror, la segunda de compasión, la tercera de propaganda y la cuarta, todavía surfeable, de literalidad. Es de esta cuarta ola de la que voy a hablar, porque si echo por la tercera —las manipulaciones del Ministerio de Igualdad y la prensa aliada, la discriminación de los niños asesinados según el sexo del autor del crimen, la hipocresía de las plañideras institucionales con el paralelismo con Juana Rivas como cima infecta— me cabrearé y no me apetece