Desde hace unos meses, los cerca de 6.000 tatuadores que hay en España se encuentran con un problema que dificulta, cuando no imposibilita, su actividad: técnicamente, no pueden utilizar tinta de color. El problema, denuncian, es burocrático, ya que el país pide una homologación adicional -es necesario pasar otra a nivel europeo- que hace que los fabricantes no vean rentable vender sus productos en territorio nacional