La mayor ridiculez estriba en sostener que no se puede bromear con el 23-F porque esa noche los españoles se jugaron las libertades. Precisamente el falso documental, como el chiste, son géneros que, te gusten o no, se caracterizan por carecer de límites. Quien les exige esos límites pervierte su función y se convierte en un censor. Se le puede reprochar al programa que no fuera más brillante en la elaboración de su mentira, que levantara un aparato de falsedad más indescifrable, pero sostener que Évole pierde para el futuro la credibilidad...