Tanto implorar al Altísimo a lo largo del juicio, tanto leer las aventuras y desventuras del Santo Job, tanto apelar a la Divina Providencia y la totalidad de los santos celestiales, ángeles, arcángeles y querubines incluidos, tenía que tener algún resultado.En este caso, en el del ex presidente de la Generalitat valenciana para acercarle un poco más al Trono de Pedro. Eso sí, sin estirar la pata. O sea, al Vaticano, donde Camps podrá recorrer los angostos vericuetos que conducen a la santidad.