Un perro que tira de la correa al pasearlo aunque lo regañemos, un niño que no se acuesta cuando se lo decimos, un adolescente que vuelve a casa más tarde de su hora establecida, un conductor que se salta las señales en la autopista… La transgresión existe desde que se crean las normas, y no entiende de especie, género o edad. Tampoco la pasividad. Aún así, somos una sociedad contradictoria: educamos a nuestras mascotas, hijos, amigos y mayores para que se comporten de acuerdo a nuestra voluntad aunque la rebeldía resulte atractiva y, a veces,