En un pueblo rural de Salamanca de 200 habitantes donde los perros duermen la siesta en mitad de la carretera y las persianas permanecen siempre cerradas, vive una mujer ucrania con 85 hijos. Elena Alekseevna, “mami” para los pequeños, a quienes dirige con disciplina, que huyeron de las bombas que amenazaban su orfanato en Lviv, al este de Ucrania, y llegaron a España en marzo en un avión fletado por Defensa. La mitad de ellos padece alguna discapacidad y, hasta hace poco, cuando pasaba un avión o explotaba un globo, corrían debajo de una mesa.