La distribución del lobo a mediados del siglo XIX era de, al menos, un 65 % de la superficie de la península ibérica, tres veces más que en la actualidad, según la estimación de un equipo liderado por la Estación Biológica de Doñana, que apunta que la percepción que se tiene de los declives recientes puede ser una mera miniatura de los declives reales. Incluso la supuesta ‘expansión’ de algunas especies puede no ser más que un espejismo, resultado de mirar a través de una ventana temporal muy limitada, como ocurre con el lobo en la actualidad.