Todavía recuerdo que, siendo niño, en cierta ocasión en que los termómetros alcanzaron los cuarenta y cinco grados, mi abuelo me soltó, viéndome hacer dengues y pamemas por el sofoco: «Esto no es nada. Para calores, los que había cuando yo era joven». Un sofisticado instrumento de ingeniería social, en fin, cuyo fin último es conseguir que aceptemos una vida de perros, sin trabajo digno, sin familia ni propiedad, mientras los precios de la energía, los combustibles y los alimentos más básicos crecen exponencialmente, para garantizar la acumulac