Como cada año, llega el mes de octubre y se repite una estampa clásica en infinidad de zonas rurales de España: miles de cazadores salen al campo con el comienzo de la temporada de la caza menor. Perdices, liebres, conejos, palomas y faisanes, entre otras especies reguladas por el Real Decreto 1085/1989, serán su objetivo. Una actividad muy lucrativa para muchas pequeñas localidades españolas para las que el dinero que pagan los cazadores a cambio de disponer del coto supone, a menudo, la principal fuente de ingresos.