La Administración pública, la autonómica y todas las demás, no se costean, son un lujo procedente de recientes épocas de abundancia y la burbuja de altos cargos, funcionarial, y de empleados en empresas públicas, está empezando a reventar. «Yo también soy culpable», reconoció ayer Vara. De aumentar el número de altos cargos al creer que las vacas gordas «eran para siempre». Pero no, los ingresos públicos se han desplomado, la situación es insostenible y estamos en el inicio de un camino «que nos llevará a profundos ajustes».