La aplicación estalinista del marxismo —versión que Fidel Castro implantó en Cuba— resolvió la tensión entre capitalista y trabajador proletarializando a la sociedad. La violencia revolucionaria erradicó en Cuba la clase capitalista. En esa sociedad socialista estalinista, el Estado emergió como encargado único de repartir la producción nacional, teniendo dos alternativas de justicia distributiva para hacerlo: repartir porciones iguales (igualitarismo), o dar "a cada cual según su aporte".