Un tanque avanza lentamente, en una columna irregular, a orillas del Dnieper, en territorio ucraniano. Lleva un techo de camuflaje, desmentido por la clásica bandera comunista, roja, con la hoz y el martillo. No la de alguna de las repúblicas tras cuyo reconocimiento Putin ha invadido toda Ucrania. Ni la rusa, que izó el alcalde de San Petersburgo, aún Leningrado, frente a los tanques con esta bandera roja que en 1991 cercaron la ciudad para derrocar al presidente de Rusia, Yeltsin, y al de la URSS