Un día los chinos decidieron que, desde ese momento en adelante, su país se iba a llamar Inglaterra. Obviamente, en un país que se llama Inglaterra no sería apropiado hablar chino, así que, a continuación, rebautizaron su idioma y lo llamaron inglés. A todo el mundo le pareció bastante bien, menos a un consejero que observó que ya había un país que se llamaba así. No le prestaron mucha atención y, además de cesarle inmediatamente, le hicieron notar que ese otro era, en realidad, un territorio muy pequeño, una islita de apenas 245 000 m2...