Antes de ser el tipo tímido y apocado que todos conservamos en nuestra memoria, con la barbilla casi rozando el bocado de su guitarra, Antonio Vega fue un joven risueño, activo, jovial. Incluso deportista, por más que ahora esa imagen nos parezca tan alejada de su figura. Una vida entre las cuerdas, la biografía de Magela Ronda (Benidorm, 1970) sobre el compositor madrileño, tiene, entre otras muchas virtudes, la voluntad de reparar (o al menos, matizar) la reputación de Ese chico triste y solitario con la que fue bautizado.