Una distancia irremediable separa a París de la banlieue, aquella que discrimina entre quienes ganan y quienes perecen con los Juegos Olímpicos. Entre conflicto social, gentrificación, desahucios, aumento de la vigilancia, costes astronómicos y explotación laboral, hay poco que celebrar. En cada edición olímpica se repite la misma dinámica, lo que demuestra que la devastación causada por los Juegos no es accidental, sino un componente estructural del megaevento.