Empecé a sospecharlo hace años. El televisor estaba sintonizado en un canal de video musical. Dado que no uso eso en casa, me quedé magnetizado frente a la pantalla. A la hora, ya estaba… alterado, inquieto, sudoroso. Asistía a una sucesión de videoclips sin presentación; ignoro si fue el azar o si había detrás un programador lúbrico pero todos —repito, todos— los videos eran o pretendían ser erotizantes. ¿Qué se veía? Lo mismo que en los anuncios de perfumes pero con guiones más detallados. Playas repletas de diosas retozando...