"Si hay un infierno en el mundo, está en Azovstal". Las palabras son de Petro Andriushchenko, asesor del alcalde de Mariúpol y describen la situación que vive la ciudad. Allí, en la acería de Azovstal -el que se ha convertido en el último bastión de la resistencia ucraniana-, 1.000 soldados, según las cifras de Kiev, siguen combatiendo. Están heridos, agotados, con falta de provisones y esperando a ser rescatados. "Tienen heridas abiertas, están mutilados y sobreviven sin la medicación necesaria, en condiciones insalubres e inhumanas.